Este fin de semana se vivió un momento de alta tensión en la calle Manuel García Vigil, a la altura del Servicio de Administración Tributaria (SAT), cuando una automovilista oaxaqueña que circulaba por esas calles y llevaba ya un rato esperando fue confrontada por los invitados de una boda que celebraban una tradicional calenda, obstruyendo por completo el paso vehicular.
La conductora, visiblemente molesta, exigía su derecho al libre tránsito, mientras varios asistentes a la calenda respondieron con gritos y agresiones verbales. La situación escaló cuando uno de los invitados pateó el vehículo de la mujer, causándole daños materiales sin que nadie se hiciera responsable del hecho.
Durante la acalorada discusión, uno de los presentes gritó: «¿Ese es el agradecimiento para la gente que viene de visita?», evidenciando el creciente choque entre las festividades turísticas y la vida cotidiana de los habitantes del centro histórico.
Cabe señalar que para la realización de calendas se requiere de un permiso emitido por el municipio, el cual incluye la asignación de elementos de la Policía Vial Municipal para resguardar la seguridad y el orden. Sin embargo, en esta ocasión, no se observó la presencia de ninguna autoridad, lo que contribuyó a la confusión y el caos.
Lo sucedido pone nuevamente sobre la mesa el debate sobre los efectos de la gentrificación y la turistificación que se vive en Oaxaca, particularmente en el primer cuadro de la ciudad, donde las tradiciones, muchas veces apropiadas como atractivos turísticos, chocan con la rutina diaria de quienes habitan la zona.
Mientras los beneficios económicos del turismo son innegables, crece también el descontento ciudadano ante las constantes afectaciones que estas celebraciones generan. El reto, ahora más que nunca, es encontrar un equilibrio entre la promoción cultural y el respeto a los derechos de quienes hacen vida en Oaxaca todos los días.