En Oaxaca, la enfermedad de Parkinson ha cobrado relevancia debido al incremento de casos en los últimos años. Según datos de los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO), en 2023 se registraron 126 nuevos casos atendidos en unidades médicas, de los cuales 73 correspondieron a hombres y 53 a mujeres. Esta enfermedad neurodegenerativa crónica afecta principalmente al sistema nervioso central, causando problemas en el control del movimiento y, en etapas avanzadas, puede impactar significativamente la calidad de vida de los pacientes.
El Parkinson se manifiesta con mayor frecuencia en personas mayores de 65 años, representando el 70% de los casos diagnosticados en el estado. Sin embargo, también puede presentarse en edades más tempranas, afectando aspectos como el trabajo, las relaciones y la vida diaria. Los síntomas iniciales suelen incluir rigidez muscular, temblores y dificultades para mantener el equilibrio, lo que puede llevar a caídas y limitaciones en la movilidad. Además, los pacientes pueden experimentar trastornos del estado de ánimo, como depresión y ansiedad, así como alteraciones en el sueño.
Ante este panorama, los SSO recomiendan una serie de medidas para retrasar la progresión de los síntomas y mejorar la calidad de vida de los afectados. La actividad física regular es fundamental, ya que ayuda a mantener la movilidad y la coordinación. Se aconseja realizar ejercicios que involucren la musculatura y las articulaciones, adaptados a las capacidades de cada individuo. Asimismo, una alimentación equilibrada, rica en antioxidantes y ácidos grasos omega-3, contribuye al bienestar general y puede tener efectos positivos en el manejo de la enfermedad. El control del estrés y la participación en actividades cognitivas, como la lectura, también son esenciales para mantener el cerebro activo y reducir el impacto de los síntomas.
Es importante destacar que, aunque el Parkinson es una enfermedad crónica e incurable, un diagnóstico oportuno y un tratamiento adecuado pueden mejorar significativamente la calidad de vida de los pacientes. El apoyo psicológico y social es crucial, tanto para los afectados como para sus familias, ya que enfrentar la enfermedad puede generar desafíos emocionales y prácticos. La creación de redes de apoyo y la participación en grupos comunitarios pueden ofrecer un espacio para compartir experiencias y estrategias de afrontamiento, fortaleciendo así el bienestar emocional y social de quienes viven con esta condición.