Investigaciones recientes sugieren que, en la civilización maya, los tatuajes y las escarificaciones no solo eran prácticas estéticas, sino que también desempeñaban roles significativos en la estructura social y religiosa. Estas modificaciones corporales indicaban estatus social, logros militares y conexiones espirituales, funcionando como códigos que comunicaban la pertenencia a ciertos grupos o linajes. El arqueólogo Benjamín Guarneros Brito, en su conferencia «El cuerpo humano como lienzo simbólico», destacó que estas prácticas estaban presentes desde el Preclásico hasta el Posclásico Tardío, y que los diseños variaban desde formas geométricas hasta símbolos escriturarios.
Además, se ha propuesto que un grupo especializado de pintores-escribas, conocidos como ajtzib’ o ix ajk’uhu’n, podría haber sido responsable de estas prácticas. Estos individuos, encargados de la pintura mural y la escritura de códices, habrían desarrollado y regulado la tradición del tatuaje y la escarificación bajo la supervisión de la élite gobernante. Con la llegada de los españoles, estas costumbres fueron en gran medida suprimidas debido a su asociación con rituales paganos. Sin embargo, en la actualidad, el tatuaje ha resurgido con nuevos significados, siendo adoptado por personas de diversas clases sociales y, en ocasiones, valorado más por su estética que por su simbolismo original.