A cinco años del devastador incendio que casi destruye la Catedral de Notre Dame, París celebró su gran reapertura con una ceremonia cargada de emoción, historia y simbolismo. En un evento que reunió a líderes políticos, religiosos y ciudadanos de todo el mundo, la icónica catedral volvió a abrir sus puertas, no solo como un símbolo de fe y cultura, sino también como un testamento de la resiliencia humana.
La ceremonia comenzó con un momento de solemne expectación. La campana más grande de Notre Dame, la Emmanuel, cuyo repique resuena con siglos de historia, sonó en la noche parisina. Este monumental campanazo marcó el inicio de la ceremonia, que estuvo marcada por la presencia de figuras de renombre, como el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky. Macron destacó la importancia de este evento, al afirmar que la reapertura de Notre Dame demuestra lo que las grandes naciones son capaces de lograr, “realizar lo imposible”. Se refería a la promesa cumplida de devolverle todo su esplendor en tan solo 5 años y medio tras el devastador incendio de 2019.
“Esta catedral es también la metáfora feliz de lo que debe ser una nación y el mundo”, reflexionó Macron, quien destacó que Notre Dame simboliza la unidad y el compromiso colectivo que hacen posibles los sueños más audaces. Además, agradeció a los bomberos y artesanos que hicieron posible la restauración, los cuales fueron aclamados durante varios minutos por la multitud. Un inmenso «MERCI» (Gracias) fue proyectado en la fachada occidental de la catedral mientras desfilaban por las naves, recibidos con ovaciones de pie por los líderes presentes y los miles de asistentes.
En el contexto de esta solemne celebración, el arzobispo de París, Laurent Ulrich, y el clero lucieron vestimentas litúrgicas vibrantes, creadas por el diseñador de moda Jean-Charles de Castelbajac. Con su característico estilo pop-art, Castelbajac diseñó 2000 piezas coloridas para los 700 celebrantes, fusionando lo moderno con lo medieval y aportando un toque contemporáneo a la ceremonia.
El Papa Francisco, que no pudo estar presente en la ceremonia, envió un mensaje leído durante el evento. En su carta, expresó su esperanza de que esta nueva etapa de Notre Dame sea un “signo profético de la renovación de la Iglesia en Francia”. Además, destacó que la catedral debe seguir siendo un lugar acogedor para todos, independientemente de su origen, religión o cultura. El pontífice subrayó que Notre Dame continuará siendo un lugar de peregrinaje para personas que buscan un sentido profundo para sus vidas. “Estoy seguro, Excelencia, de que las puertas estarán ampliamente abiertas para acogerlas como hermanos y hermanas”, afirmó el Papa.
Este evento no solo celebró la restauración de un monumento histórico, sino que también marcó un momento clave de unidad global. La catedral, construida hace más de 860 años, vuelve a brillar con renovada vitalidad, tras un esfuerzo internacional que movilizó cerca de mil millones de dólares. Notre Dame, más que un lugar de culto, es ahora un símbolo del espíritu humano y la capacidad de superar adversidades. En la solemnidad de esa noche, París y el mundo entero fueron testigos del renacer de un ícono de la humanidad.