La judoca mexicana Prisca Guadalupe Awiti Alcaraz ha escrito su nombre con letras doradas en la historia del deporte nacional al colgarse la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de París 2024. Este logro no solo la convierte en la primera mexicana en conseguir una medalla olímpica en judo, sino que también suma la presea número 75 en la historia del deporte mexicano y la segunda para la delegación mexicana en estos Juegos Olímpicos.
La competencia de Prisca fue un viaje emotivo y destacado. Aunque no pudo superar a la campeona Andreja Leski en la final, su actuación en el tatami fue excepcional. Las lágrimas que recorrieron su rostro tras el combate reflejan el peso del momento y el significado profundo de su logro. La atleta mostró una determinación ejemplar, superando a sus rivales con una habilidad y un coraje admirables.
Uno de los momentos más emotivos de su jornada olímpica fue su pase a la semifinal. Durante el descanso, Prisca aprovechó para salir a abrazar a su familia, un gesto que se mostró fundamental para su motivación y fortaleza. Este abrazo, cargado de amor y apoyo, pareció infundirle una energía renovada para enfrentar la semifinal y la final con una determinación aún mayor.
Hace siete años, Prisca decidió representar a México, el país que vio nacer a su madre. Hoy, su decisión ha dejado una huella indeleble en el deporte nacional, convirtiéndose en una figura histórica en el judo. Su medalla de plata no solo es un triunfo personal, sino también un hito significativo para el judo mexicano y una fuente de orgullo para el país.