En un contexto de cambio climático que intensifica las sequías, científicos como Jill Farrant, profesora de la Universidad de Ciudad del Cabo, estudian plantas de “resurrección” capaces de sobrevivir meses sin agua y reverdecer en horas. Estas especies, conocidas como “plantas zombi”, son angiospermas que desarrollaron de forma independiente la habilidad de resistir la desecación extrema. Creciendo en suelos áridos de Sudáfrica, Australia y Sudamérica, solo 240 de las 352 mil especies de plantas con flores poseen esta característica, lo que las convierte en un foco de investigación para proteger la agricultura del futuro.
La clave de su resistencia radica en procesos como la vitrificación, donde azúcares reemplazan el agua en las células, y la producción de proteínas protectoras que mantienen la estructura celular. Farrant y otros expertos exploran cómo estos genes, presentes también en semillas de cultivos comunes, podrían activarse en plantas como el maíz o el teff para hacerlas más tolerantes a la sequía. A diferencia de modificaciones transgénicas, este enfoque busca “despertar” genes ya existentes, lo que podría reducir controversias y facilitar su aplicación. Sin embargo, los científicos advierten que aún falta entender cómo controlar estas adaptaciones sin afectar el rendimiento de los cultivos.
El aumento de sequías, que en 2023 causó pérdidas de 16.6 mil millones de dólares en Estados Unidos, subraya la urgencia de estas investigaciones. En regiones como el África subsahariana, donde para 2100 vastas áreas podrían volverse inadecuadas para la agricultura, soluciones como estas son cruciales. Además, estudios recientes sobre el microbioma de plantas como la Myrothamnus flabellifolia sugieren que bacterias y hongos en sus raíces podrían transferir tolerancia a cultivos, abriendo otra vía de innovación. Aunque los avances son prometedores, la complejidad de los genes involucrados plantea retos para su implementación a gran escala.