La escalada de tensiones comerciales entre Estados Unidos y China ha alcanzado un nuevo punto crítico. El presidente estadounidense, Donald Trump, implementó el 4 de marzo un arancel adicional del 10 por ciento sobre productos chinos, elevando el gravamen total al 20 por ciento. Esta medida busca presionar a Beijing por su supuesta inacción frente al flujo de drogas ilícitas hacia Estados Unidos.
En respuesta, China anunció aranceles adicionales de entre el 10 por ciento y el 15 por ciento a una variedad de productos agrícolas estadounidenses. A partir del 10 de marzo, productos como pollo, trigo, maíz, algodón, soja, sorgo, carne de cerdo, carne de vacuno, productos acuáticos, frutas, verduras y lácteos estarán sujetos a estos nuevos gravámenes. El Ministerio de Finanzas chino argumenta que las medidas estadounidenses dañan el sistema de comercio multilateral y aumentan la carga sobre empresas y consumidores en Estados Unidos.
Además de los aranceles, China ha suspendido las importaciones de soja de tres empresas estadounidenses—CHS Inc, Louis Dreyfus Company Grains Merchandising LLC y EGT—citando la detección de contaminantes. También ha detenido la importación de madera estadounidense debido a la presencia de plagas. Estas acciones reflejan la creciente tensión entre las dos economías más grandes del mundo.
La comunidad internacional observa con preocupación esta escalada, que podría tener repercusiones significativas en la economía global. Los analistas advierten sobre posibles aumentos en los precios de productos electrónicos y agrícolas, afectando a consumidores y empresas a nivel mundial. Mientras tanto, ambos países mantienen firmes sus posiciones, lo que dificulta la posibilidad de una resolución negociada en el corto plazo.