Durante décadas, los escritorios públicos fueron un pilar en la vida cotidiana de Oaxaca, ofreciendo su habilidad para redactar cartas, llenar solicitudes y ser la voz escrita de quienes lo necesitaban. Sin embargo, este oficio, alguna vez esencial, ya no está presente en el panorama actual.
Don Carlos, quien trabajó en el emblemático Mercado Benito Juárez hasta 2019, fue considerado el último escritorio público de Oaxaca. Su pequeña mesa, acompañada de una máquina de escribir, era un refugio para quienes buscaban apoyo en trámites, cartas personales o documentos legales. “Era mucho más que escribir; era escuchar, comprender y conectar con las personas”, recordaba en una entrevista realizada para la revista Qué Pasa Oaxaca.
El auge de la digitalización, la expansión de la alfabetización y el acceso a tecnología desplazaron la necesidad de estos servicios. Aunque Don Carlos cerró su escritorio, su labor dejó huella en una generación que valora la calidez de las palabras escritas a mano y la empatía humana detrás de cada texto.
Los escritorios públicos jugaron un papel fundamental en comunidades con escasos recursos, siendo intermediarios entre las personas y las instituciones. En la actualidad, su desaparición representa el cambio en las dinámicas sociales y culturales, donde la tecnología ha asumido muchas de sus funciones.
Oaxaca, conocida por su resistencia cultural, ve con nostalgia cómo oficios tradicionales como este se transforman o desaparecen. Aunque ya no haya escritorios públicos activos, su historia resuena como un recordatorio de la importancia de las palabras y del contacto humano en una era cada vez más digital.