La quema del «Viejo» es una tradición profundamente arraigada en México, especialmente en el estado de Oaxaca, donde las personas despiden el año con un ritual cargado de simbolismo y esperanza. Consiste en la elaboración de un muñeco que representa al año que termina, confeccionado con ropa usada, cartón y materiales inflamables como paja o aserrín. A menudo, se le añaden fuegos artificiales para intensificar el espectáculo. A la medianoche del 31 de diciembre, el «Viejo» es encendido en una ceremonia que simboliza la despedida de lo viejo, de lo pasado, y la bienvenida de un nuevo ciclo.
Aunque su origen exacto es incierto, se cree que la práctica tiene raíces en Ecuador, donde surgió como una forma de purificar el inicio del año quemando figuras que representaban lo negativo. En México, esta tradición llegó adaptándose a las particularidades de cada región, consolidándose en estados como Veracruz, Chiapas, Yucatán y Oaxaca, entre otros. En Oaxaca, la quema del «Viejo» ha adquirido un carácter familiar y comunitario. Muchas familias elaboran estos muñecos días antes de la celebración, colocándolos frente a sus hogares como un recordatorio del cierre de ciclos. Además de representar al año que concluye, el muñeco también puede personificar situaciones adversas, malos recuerdos o incluso personajes satíricos.
A pesar de la modernización y la influencia de costumbres globalizadas, la quema del «Viejo» sigue vigente en Oaxaca. Las familias y comunidades continúan transmitiendo esta práctica de generación en generación, adaptándola a los tiempos actuales sin perder su esencia simbólica y cultural. Participar en esta tradición no solo ofrece una oportunidad para conectar con las raíces culturales de la región, sino también para reflexionar sobre los logros y aprendizajes del año que concluye, mientras se abre paso a la ansia de un devenir provechoso.